•martes, julio 27, 2010
Hoy ha llegado a mis manos un folleto de la Virgen de Covadonga, entre otras oraciones viene una para la noche que me ha gustado especialmente, y que ahora dejo aquí.
Padre mío,
ahora que las voces se silenciaron
y los clamores se apagaron,
aquí al pie de la cama
mi alma se eleva hasta Ti para decirte:
Creo en Ti, espero en Ti,
te amo con todas mis fuerzas.
¡Gloria a Ti, Señor!
Deposito en tus manos la fatiga y la lucha,
las alegrías y desencantos de este día que quedo atrás.
Si los nervios me traicionaron,
si los impulsos egoístas me dominaron,
si di entrada al rencor o a la tristeza,
perdón, Señor ¡ten piedad de mí!
Sí he sido infiel,
si pronuncié palabras vanas,
si me dejé llevar por la impaciencia,
si fuí espina para alguien,
¡perdón Señor!
No quiero esta noche entregarme al sueño
sin sentir sobre mi alma
la seguridad de tu misericordia,
tu dulce misericordia enteramente gratuita, Señor.
Te doy gracias, Padre mío,
porque has sido la sombra fresca
que me ha cobijado durante este día.
Te doy gracias porque
invisible, cariñoso, envolvente,
me has cuidado como una madre,
a lo largo de estas horas.
Señor, a mi alrededor ya todo es silencio y calma,
envía al ángel de la paz a esta casa.
Relaja mis nervios, sosiega mi espíritu,
suelta mis tensiones,
inunda mi ser de silencio y serenidad.
Vela sobre mí, Padre querido,
mientras me entrego confiado al sueño,
como un niño que duerme feliz en tus brazos.
Amén.