•miércoles, abril 07, 2010

Desde hace dos mil años, la Iglesia es la cuna en la que María coloca a Jesús y lo entrega a la adoración y contemplación de todos los pueblos. Que por la humildad de la Esposa brille todavía más la gloria y la fuerza de la Eucaristía, que ella celebra y conserva en su seno. En el signo del Pan y el Vino consagrados, Jesucristo resucitado y glorificado, la Luz de las gentes, manifiesta la continuidad de su encarnación. Permanece vivo y verdadero en medio de nosotros para alimentarnos con su Cuerpo y con su Sangre.

Nuestra alegría no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquella que, obedeciendo totalmente al Padre, engendro para nosotros en la carne al Hijo de Dios. En Belén a María "se le cumplieron los días del alumbramiento", llena del Espíritu Santo dio a Luz al Primogénito de la nueva creación. Llamada a ser Madre de Dios, María vivió plenamente su maternidad desde el día de la concepción virginal, culminándola en el Calvario a los pies de la Cruz. Allí, por don admirable de Cristo, se convirtió también en Madre de la Iglesia, indicando a todos el camino que conduce al Hijo.

Mujer del silencio y de la escucha, dócil en las manos del Padre, la Virgen María es invocada por las generaciones como "dichosa", porque supo reconocer las maravillas que el Espíritu Santo realizo en ella. Nunca se cansaran los pueblos de invocar a la madre de la misericordia, bajo cuya protección encontraran siempre refugio.


Si conocieras el don de Dios decía una tarde Cristo a la Samaritana.

Pero ¿que don de Dios es ese sino El mismo?
El discipulo amado nos dice: Vino a su casa pero los suyos no le recibieron.
San Juan Bautista podría dirigir también a muchas almas este reproche: En medio de vosotros está, "en vosotros mismos", el que vosotros no conocéis.

¡Si conocieras el don de Dios!

Hubo una criatura que conoció ese don de Dios; una criatura que no desperdició nada de él; una criatura tan pura, tan luminosa que parecía ser la Luz misma: Speculum justitiae. Una criatura cuya vida fue tan sencilla, tan absorta en Dios que apenas puede decirse algo de ella.

Virgo fidelis. Es la Virgen fiel, la que guardaba todas aquellas cosas en su corazón.

Ella se consideraba un ser tan insignificante y permanecía tan recogida delante de Dios en el santuario de su alma que atrajo las complacencias de la Santisima Trinidad. Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso me llamarán feliz todas las generaciones.....

Beata Sor Isabel de la Trinidad


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