•martes, abril 12, 2011
Esta entrada tenía que haber salido ayer y no hoy, quizás habría sido un bálsamo para el dolor.
¿quién tiene más pecado, él que acusa, quizás creyéndose poseedor de la verdad? o ¿quienes callan y no hablan por cobardía?
Así me sentí yo ayer, cobarde.
Cobarde, por no dejar salir unas palabras que pinchaban mi garganta queriendo salir, y que yo con mi cobardía les impedía salir.
Y buscaba mil excusas que me hicieran sentir mejor, pero no las había.
Me sentía fatal porque sabía que le estaba fallando a alguien que me había demostrado que era mi AMIGO, de esos que se cuentan con los dedos de una mano; de esos que cuando los necesitas siempre están.
Me sentía mal porque, cuando le necesité, supe buscarle y él supo estar, y ahora que él necesitaba a alguien yo no había sabido estar.
Sentí que en aquel momento yo era Pilato... lavándome las manos, o Pedro, negando a Jesús.
Cuántas veces leo la Biblia y me horrorizo de cómo éste o aquél pudieron hacer algo así.
Cuántas veces oigo historias de amistades rotas porque alguien no supo darlo todo por esa amistad, y me doy golpes de pecho diciendo "¿cómo pudo hacerlo? yo no lo haría"
Pero cuando llegó el momento... callé, cuando llegó el momento... huí en silencio.
Y hoy, cuento todo esto aquí, por si alguien lo lee, y mañana se encuentra en esta situación... que sea valiente y deje salir esas palabras que yo no deje salir de mi garganta.
¿Una palabra mía habría cambiado algo? sí, y no porque yo sea importante, si no porque esa palabra habría demostrado que los sentimientos están por encima de todo.
Yo he aprendido la lección, y me la ha enseñado un AMIGO, que a pesar de mi cobardía, sigue siéndolo.
¿quién tiene más pecado, él que acusa, quizás creyéndose poseedor de la verdad? o ¿quienes callan y no hablan por cobardía?
Así me sentí yo ayer, cobarde.
Cobarde, por no dejar salir unas palabras que pinchaban mi garganta queriendo salir, y que yo con mi cobardía les impedía salir.
Y buscaba mil excusas que me hicieran sentir mejor, pero no las había.
Me sentía fatal porque sabía que le estaba fallando a alguien que me había demostrado que era mi AMIGO, de esos que se cuentan con los dedos de una mano; de esos que cuando los necesitas siempre están.
Me sentía mal porque, cuando le necesité, supe buscarle y él supo estar, y ahora que él necesitaba a alguien yo no había sabido estar.
Sentí que en aquel momento yo era Pilato... lavándome las manos, o Pedro, negando a Jesús.
Cuántas veces leo la Biblia y me horrorizo de cómo éste o aquél pudieron hacer algo así.
Cuántas veces oigo historias de amistades rotas porque alguien no supo darlo todo por esa amistad, y me doy golpes de pecho diciendo "¿cómo pudo hacerlo? yo no lo haría"
Pero cuando llegó el momento... callé, cuando llegó el momento... huí en silencio.
Y hoy, cuento todo esto aquí, por si alguien lo lee, y mañana se encuentra en esta situación... que sea valiente y deje salir esas palabras que yo no deje salir de mi garganta.
¿Una palabra mía habría cambiado algo? sí, y no porque yo sea importante, si no porque esa palabra habría demostrado que los sentimientos están por encima de todo.
Yo he aprendido la lección, y me la ha enseñado un AMIGO, que a pesar de mi cobardía, sigue siéndolo.
Mari Loli.