•sábado, julio 03, 2010
En aquel tiempo, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? Mas Él, al oírlo, dijo: No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. 



Reflexión:



Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el mundo. Pero Jesús vio más allá de sus pecados. Él vio a un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó  para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.


Todos y cada uno de nosotros hemos recibido esa llamada. Porque Dios ve más allá de lo que ven en nosotros los demás, incluso nosotros mismos.  Todos formamos parte de una cadena. El sacerdote, el catequista, el lector, el sacristán, quienes limpian el Templo, tú y yo que vamos a oír Misa... todos tenemos una misión. Y todas son igual de importantes: que el Templo esté limpio, cada cosa en su sitio, que la Palabra de Dios sea proclamada con solemnidad, ayudar a que todos conozcan a Dios, orar, impartir los sacramentos, y también recibirlos,... todo, siempre que sea realizado para el engrandecimiento de Dios, es sumamente importante y debe ser realizado con todo el amor, la dignidad y seriedad que las cosas de Dios requieren. 

Decía el Cardenal Newman: 
“No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto confiaré en Él, quien quiera que yo sea, donde quiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡El sabe lo que hace!”


Mari Loli.
•jueves, julio 01, 2010
Leía hace un rato una meditación sobre la importancia del Sagrario, y se venían a mi mente todos esos momentos en los que me he sentado ante el Sagrario de mi parroquia a tener una de mis conversaciones con Jesús. 
Posiblemente muchos pensareis que para conversar con Él no es necesario estar allí, y tenéis razón, con Él podemos hablar en cualquier lugar y momento, Él siempre está atento. Pero... cuando queremos contarle algo muy importante a un amigo ¿cómo lo hacemos mejor? ¿en persona, o por teléfono? En persona ¿verdad? Pues igualmente, para hablar con Jesús, para contarle nuestras alegrías y penas, para agradecerle y pedirle, nada mejor que la quietud y el silencio del Sagrario, la certeza de su presencia real en esa Minúscula Cajita que guarda la VIDA. 
Allí, sentada ante Él, le he abierto mi corazón de par en par, le he contado todas esas cosas que me angustian, que me entristecen o me hacen sufrir, y he sentido su abrazo confortándome, dándome fuerzas y ánimos. También le he contado las cosas buenas, esas también hay que contárselas, y he sentido como reía conmigo compartiendo mi felicidad.
Cuando necesites un amigo, no lo dudes, búscale, en los malos y en los buenos momentos, porque nadie como Él podrá darte consuelo, y nadie como Él sabrá poner la más bella sonrisa en tu rostro.


Mari Loli.
•miércoles, junio 30, 2010
Desde aquí te invito a descubrir la respuesta a esta pregunta. ¿Cómo? Leyendo el Evangelio.
Vamos a descubrir que Jesús quiere ser...

>Un amigo sincero en nuestra vida.
Que sabe reconfortarnos, animarnos y aplaudirnos como nadie, pero que también nos va a exigir que demos lo mejor de nosotros mismos, y que lo demos sin medida, como Él mismo se nos da.
  
>Un compañero en el camino.
A veces nos empeñamos en caminar solos por la vida, y se nos hace dura, triste, a veces insoportable. Y no nos damos cuenta que no estamos solos, que Él siempre está a nuestro lado, (estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo). Y además nos da la compañía de su Madre, la Virgen María.

>También quiere ser camino.
El camino que nos lleva a la felicidad. ¿Cómo? En las bodas de Caná, la Virgen nos da la respuesta: "Haced lo que Él os diga"

>Quiere ser vida, tu vida, mi vida 
Vida es entusiasmo, felicidad, ideal, triunfo, satisfacción, juventud perenne. 
Jesucristo dice tener todo esto y quiere comunicarlo. “Si conocieras...pedirías, y Él te daría agua viva”, le dijo a la Samaritana.


>Quiere ser verdad, la verdad por la que luchar y vivir.
La verdad de la vida y de las cosas, el sentido y razón y felicidad de tu vida.
Mi vida tiene una verdad; voy rumbo al puerto, mi vida tiene esperanza, tiene frutos realizaciones, tiene plenitud con Cristo.



>Él quiere seresurrección, nuestra resurrección, es decir, esperanza, anhelo de una vida sin fin.
Resurrección de todas las ilusiones muertas o moribundas, también de las ilusiones humanas, intelectuales. Resurrección de las grandes ideales y metas de la vida.



>Quiere ser alegría, la fuente de tu felicidad.
La tristeza no es cristiana. La amargura y el desaliento tienen otro dueño. 
Mi tristeza y amargura son la cadena que me tiene amarrado al demonio.

A Cristo le gusta abrir jaulas, quitar cadenas, abrir puertas de cárceles, tender puentes en el abismo.. 

“He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir...”


>Quiere ser amor, ese amor que inunde de plenitud tu existencia.
El deseo más fuerte del hombre es amar y ser amado. En el cielo este anhelo se transforma en éxtasis. 

Cristo es el Amor eterno, que te ama desde siempre y para siempre y te hace plenamente feliz, si tú quieres.


>Quiere ser roca.
La roca en donde tu debilidad encuentre fortaleza y optimismo.
Rompeolas, roca de cimiento, muralla que defiende. Esto significa sentir seguridad, valor, certeza, fuerza, ímpetu juvenil, audacia, pasión por la misión y por la vida.



>Él quiere ser paz. 
Paz para tu corazón a veces atribulado y a veces probado por el dolor y el sufrimiento.
Quiere que luches, pero con paz interior.

>Él quiere ser perdón.
Para consolarte en tus caídas y debilidades.
Un perdón eterno, de todo y de siempre. 
Mucho me tiene que querer el que me ha perdonado tanto. 
El que siempre nos soporta y nos perdona, olvidando nuestras pequeñas o tremendas ofensas a su amor.
“Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen”. Si algo le salió del corazón fue esta petición a su Padre. El Padre le respondió: Hijo mío, porque Tú me lo pides así, los perdono”.

>Él quiere ser “pan”.
Pan que fortalezca tu espíritu en tus luchas y desgastes.
Pan espiritual que me da la vida eterna. “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna...”

Pan de la ilusión y el entusiasmo por los grandes ideales.
Pan de la victoria y de los resultados.
Pan de la perseverancia.
Pan para repartir a los hambrientos.

Todo esto quiere ser Jesús en nuestras vidas.
Ahora nos queda una pregunta:
¿Y tú? ¿Quién quieras que sea en tu vida?
Si quieres que sea todo esto y más... ábrele tu corazón.