•domingo, abril 18, 2010
¿Qué sabemos de Jesús de Nazaret? “Le pondrás por nombre Jesús”.  En la Biblia los nombres expresan la realidad de las personas, y los antiguos hombres hebreos evocaban generalmente alguna faceta o aspecto de la intervención benéfica de Dios a favor de los hombres. Jesús, forma abreviada de Josué, significa “Yahvé ayuda”, que popularmente se tradujo: “Yavé salva”; el niño que está apunto de nacer “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21).

Jesús era judío. Su madre era María. Su patria era Galilea, una región agraria, semipagana, despreciada por muchos judíos. Su lengua materna es el arameo, aunque es probable que Jesús tuviera algún cocimiento de hebreo bíblico, tanto como para entender y citar las escrituras, pero no parece que lo hablara regularmente en la conversación ordinaria. En su casa se hablaba en arameo y sus primeras palabras para llamar a sus padres fueron abbá e inmá. Fue sin duda la lengua en que anunció su mensaje, pues la población judía, tanto de Galilea como de Judea, hablaba el arameo en la vida corriente.

El primer dato de la vida de Jesús es que nace probablemente en Nazaret. Jesús no era un desconocido. La gente sabe que se ha criado en Nazaret. Se conoce a sus padres. Es hijo de un artesano. Le llaman Jesús, Jesús, el Nazareno”. Nace durante el reinado del emperador romano Augusto, ciertamente antes de la muerte de Herodes el Grande, que tuvo lugar en la primavera del año 4 a. C. No es posible precisar más la fecha exacta de su nacimiento. En el mundo antiguo casi nadie sabía la fecha de su nacimiento, porque no importaba. Por consiguiente, probablemente Jesús tampoco lo conocía.

La predicación de Jesús es: el Reino de Dios es inminente. Juan Bautista predicaba: “la ira de Dios está cerca” (Cf. Mt 3, 1-12). Jesús predica algo distinto: el Reino de Dios está a punto de llegar”. Algunos de los discípulos de Juan se unen a Jesús, y éste comienza su predicación por la región, en torno a Cafarnaúm, ciudad importante como centro comercial de pesca unto al lago de Galilea.

La proclamación del Reino y la lucha por él va a da lugar a la conflictividad de la vida de Jesús. Todos los evangelistas coinciden que Jesús murió en viernes, “día de la preparación”, “víspera del sábado”. Jesús murió crucificado probablemente el 7 de abril del año 30 y fue el prefecto romano Poncio Pilato quien dictó la orden de su ejecución. Puestos a señalar una fecha concreta, diríamos que su crucifixión tuvo lugar el 15 del mes de Nisan, que sería el 7 de abril en nuestro cómputo actual (todavía celebramos la semana santa siguiendo el calendario lunar – el sábado siguiente al primer plenilunio primaveral-). Y es posible verificar históricamente que, entre los años 35 al 40, los cristianos de la primera generación confesaban con diversas fórmulas una convicción compartida por todos y que rápidamente fueron propagando por todo el Imperio: “Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos”.

A la luz de la resurrección, estos hombres volvieron a recordar la actuación y el mensaje de Jesús, reflexionaron sobre su vida y su muerte, y trataron de ahondar cada vez más en la personalidad de este hombre sorprendentemente resucitado por Dios. Recogieron su palabra no como el recuerdo de un difunto que ya pasó, sino como un mensaje liberador confirmado por el mismo Dios y pronunciado ahora por alguien que vive en medio de los suyos. Reflexionaron sobre su actuación, no para escribir una biografía destinada a satisfacer la curiosidad de las gentes sobre un gran personaje judío, sino para descubrir todo el misterio encerrado en este hombre liberado de la muerte por Dios.

En las comunidades de origen judío reconocieron en Jesús al Mesías (el Cristo). Y fueron expresando su fe en Jesús como Cristo atribuyéndole títulos de sabor judío (Hijo de David, Hijo de Dios, Siervo de Yahvéh, Sumo Sacerdote). En las comunidades de cultura griega, naturalmente, se expresaron de manera diferente. Vieron en Jesús al único Señor de la vida y de la muerte, reconocieron en Él al único Salvador posible para el hombre y le atribuyeron títulos de sabor griego (Imagen del Dios invisible, Primogénito de toda la creación, Cabeza de todo).

De maneras diferentes, todos proclamaban una misma fe: en este hombre Dios nos ha hablado. No se le puede considerar como a un profeta más, portavoz de algún mensaje de Dios. Este es la misma Palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14). En este hombre Dios ha querido compartir nuestra vida, vivir nuestros problemas, experimentar nuestra muerte y abrir una salida a la humanidad. Este hombre no es uno más. En Jesús, Dios se ha hecho hombre para nuestra salvación.
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